miércoles, 15 de octubre de 2014

Mongolia y el Gobi

Salimos de Ulan Ude, nuestra última ciudad en Rusia, cuando aún es de noche. La jornada promete ser larga: hay que viajar en marshtruka –una especie de minibús- hasta Khyagt, donde debemos coger una furgoneta para cruzar la frontera, ya que no está permitido hacerlo a pie. Una vez llegamos a Mongolia, hacemos autostop para dirigirnos a Darkhan, nuestro destino en esta jornada. Normalmente, en Mongolia el autostop implica compartir gastos con el conductor. En esta ocasión, en cambio, tenemos suerte y el conductor nos hace hueco en la parte trasera del camión. Toda una experiencia.

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La parada en Darkhan surge de la idea de visitar el monasterio de Armabayasgalant. Sin embargo, la ciudad nos resulta muy poco atractiva y además al despertar el día siguiente nos encontramos con las primeras nieves del año. En ese momento, la idea de hacer autostop hasta el monasterio se muestra muy poco apetecible, y alquilar un coche con conductor se sale de nuestro presupuesto, así que descartamos el monasterio y decidimos continuar el viaje hasta Ulan Bator.

La capital de Mongolia no ofrece mucho, pero sirve de punto de partida para las futuras excursiones. Aquí nos separamos: Virginie toma un avión para dirigirse al festival de las águilas, en el otro extremo del país, mientras que yo prefiero visitar el desierto de Gobi.


Allí me dirijo junto a Diego y Coke, dos mexicanos que viajan acompañados de su guitarra y su ukulele. Una gran compañía que dará lugar a amenas noches en el desierto. Nuestro conductor, Tsigy, conduce una vieja furgoneta 4x4 de fabricación rusa, que nos llevará a todas partes, tanto por los caminos como por fuera de ellos.

La jornada comienza un frío día. El viaje nos lleva desde la estepa al desierto a través de paisajes nevados. Entre los descubrimientos más impactantes, Tsagaan Suvraga, un increible cañón donde la arena toma multitud de tonalidades rojizas. Esa noche, la primera en una yurta, la pasamos sin una estufa que nos caliente. Los tres viajamos con un simple saco de dormir, con lo que el frío se nos hace muy intenso.

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La jornada siguiente nos dirigimos al parque nacional Yolyn Am. Paseando por sus desfiladeros observamos multitud de marmotas, caballos y yaks.

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Abandonamos el parque cruzando las montañas por la senda de un río -esta furgoneta puede con todo- y nos dirigimos a las dunas de Khongoryn Els (arenas cantantes en mongol). Estas impresionantes montañas de arena, que llegan a alcanzar los 300 metros de altura, representan una pequeña extensión dentro de la inmensidad del desierto de Gobi, pero sin duda alguna son uno de sus paisajes más característicos. Su nombre proviene del peculiar sonido que emite la arena al desplazarse a lo largo de la duna.

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La visita a las dunas da paso a un día de descanso en un campamento nómada. Llegamos después de la puesta de sol, ya que Tsigy en esta ocasión se pierde, pero llevando buena provisión de comida, los sacos, las guitarras y unas cervezas no nos preocupa mucho pasar la noche al raso. En el campamento observamos la vida diaria de los nómadas, dedicada al cuidado del ganado, fundamentalmente cabras y camellos. Diego y Coke participan activamente en el despiece de dos cabras, que se hace directamente sobre la arena de la estepa.

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El siguiente destino son los acantilados llameantes de Bayanzag, un paisaje que bien podría ser el lejano oeste americano. Hay que destacar que en esta zona se descubrieron los primero huevos de dinosaurio.

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La ruta por el desierto nos ha mostrado paisajes realmente increíbles, hemos podido observar la vida de los nómadas y probar la comida típica del país, que suele estar compuesta por noodles caseros y otros tipos de pasta, además de carne de cabra y oveja en diferentes combinaciones así como el Suutei Tsai o té de leche, una bebida típica de la zona que tiene mucho de leche y muy poco de té.

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Después de una semana sin parar, nos merecemos un poco de descanso y una merecida ducha caliente (estos días nos hemos estado limpiando a base de toallitas húmedas).
Los días siguientes al viaje al Gobi los dedicamos a visitar Ulan Bator, descansar y preparar el visado a China, que tardan cinco días en entregarnos. Por ello, decidimos ir a visitar el parque nacional de Terelj.
El trayecto al parque es corto pero pintoresco. Después de salir de Ulan Bator en bus, cogemos una furgoneta en la que viajamos 23 personas y dos bebés, a lo que sigue un pequeño trayecto en autostop. Rematamos la faena con una moto en la que nos tenemos que montar tres personas atravesando caminos e incluso un río (sin puente), hasta que  finalmente llegamos a la yurta. Alojados de nuevo con una familia nómada, probamos panecillos caseros con crema agria y otros buenos platos de cocina local. Además, realizamos la visita al parque a caballo y el guía nos lleva a un lugar donde realizan ceremonias chamánicas.

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Con esta visita termina la experiencia mongola. Hoy nos espera una largo viaje a China, donde espero quedarme aproximadamente un mes.

Más fotos en mi perfil de flickr:

https://www.flickr.com/photos/127398069@N07/sets

Un abrazo a todo el mundo!!!