miércoles, 10 de septiembre de 2014

Las capitales rusas

San Petersburgo, todo lo visto anteriormente se hace pequeño, la percepción del espacio en Rusia es distinta a la nuestra, aquí se hace todo a lo grande, y en esa grandeza reside parte de la belleza del país.

Duermo en el corazón de la ciudad, su calle principal llamada Nevsky Prospekt, donde los edificios neoclásicos y barrocos de los siglos XVIII y XIX se funden con las modernas tiendas de las principales firmas comerciales.

Dedico las horas a caminar y a ver las principales atracciones de la ciudad: la Catedral de San Isaac, la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, el Palacio de Invierno y los Jardines de Verano, me gustan, pero lo que de verdad me corta el aliento es la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada, de arquitectura similar a la Catedral de San Basilio en Moscú es una verdadera obra de arte.






Los días pasan despacio, aprovecho para perderme por la ciudad, alimentándome principalmente de Piroshki, un tipo de empanadillas rellenas de múltiples ingredientes, muy baratas y sabrosas. También aprovecho para visitar mi primera cantina, pedir la comida ahí es fácil, solo basta con señalar lo que quieres comer.






Construido en 1955 el metro es una visita imprescindible, me muevo por la linea 1, la roja, como no podía ser de otra manera. La estación de Ávtovo es la más espectacular.



No puede fallar en la visita a San Petersburgo una jornada en el museo Hermitage, una de las mejores colecciones de arte e historia del mundo, ni tampoco la visita a uno de los palacios de verano que se sitúan a las afueras de la ciudad, en mi caso debido a mi ajustado presupuesto solo visité el Palacio de Catalina.




Después de cinco días abandono la ciudad a bordo de el primero de los muchos trenes que cogeré en Rusia, viajo en categoría Platzkart, que corresponde a tercera clase, los compartimentos son abiertos, pero limpios y cómodos.

Moscú, desaparecen los carteles traducidos al alfabeto latino, aquí solo se usa el cirílico. Duermo a cinco minutos de la Plaza Roja, el Hostel es pequeño pero acojedor y sorprendentemente tanto Alba, la administradora, como Akhat, su novio hablan castellano, paso buenos momentos con ellos.



La arquitectura neoclásica de San Petersburgo da paso a los imponente edificios soviéticos, me gustan, es extraño observar como toda esa simbología socialista aparece al lado de los grandes lujos y excesos que se observan hoy en día en Rusia.



Otra vez en el metro, las estaciones más antiguas son auténticas obras de arte, lo utilizo para acercarme al parque VDNKh (vystavka dostizheniy narodnogo khozyaystva o exhibición de los logros de la economía del pueblo en castellano), en ésta exhibición se pueden observar pabellones dedicados a las antiguas repúblicas de la URSS, así como el museo del cosmonauta y otros artefactos de la carrera espacial.



El último día lo dedico al Kremlin y la Catedral de San Basilio, no puedo visitar el mausoleo de Lenin, se encuentra cerrado debido a los festejos relativos al aniversario de la fundación de la ciudad.


Dejo la ciudad para cumplir uno de los grandes objetivos de mi viaje, comienza el Transiberiano!!!